Quiénes son los santos

Los santos son el grupo de discípulos bautizados de Jesucristo que siguen la paz y Gracia de Dios y que lograron a través de su vida representar los valores trascendentes que deben guiar el buen camino hacia la fe de Dios.

Pero esta palabra tiene en sí un significado. La palabra santo proviene de “hagios”, una palabra griega que significa “consagrado a Dios” o “sagrado”, “piadoso”. Esta palabra es mayormente utilizada en plural para referirse al grupo de personas que ha seguido de manera transcendental el camino de Dios, y por tanto están apartados por Él mismo para su reino y su misión como representaciones de alta pureza.

Dicho esto se puede concluir que los santos eran, de una manera bíblica y espiritual, el cuerpo de Cristo y sus seguidores, pues los santos conocen la pureza de un alma que no se puede manchar bajo ningún mal y que no puede ser tentada.

Este grupo de antiguas personas no estaba limitado a una etnia o raza, pues hay santos de todas las formas y edades. Se destacaban por seguir los mandamientos de Dios sin nunca fallar a la Palabra, habiendo sido estos personas de amor incondicional hacia el prójimo y de valores inmaculados. Y dichos santos no eran personas que por razones específicas estaban seleccionadas para serlo, sino personas que siempre guiaron sus actos hacia ese camino, por lo que cualquier cristiano que siga el camino del Señor sin que su alma se mancille bajo la tentación puede alcanzar la santidad, ya que todos los cristianos en principio están llamados a ser santos.

Esto queda claro en el texto de Corintios, donde lo dice con claridad:

“a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos…” Corintios 1:2.

Ahora cabe destacar entonces, quiénes son los santos en realidad, o cuáles figuras son llamadas como tal. En esencia, el primer santo, por supuesto, es Dios, pues la palabra santos se refiere a Él, y las palabras bíblicas lo expresan por medio de las oraciones al proclamar que santo es el Señor, refiriéndose a Dios el Altísimo.

Siendo así, Jesús también es santo, pues es parte de la Santísima Trinidad, y fue reconocido como el mesías e hijos de Dios, lo que lo señala como el santo supremo.

Así le siguen los profetas y apóstoles, quienes siguieron el camino de Jesucristo y sus enseñanzas, y le servían a Dios de una manera única que ningún otro creyente podría alcanzar, pues estos eran santos cuales mas y su conexión no estaba manchada ni mancillada.

Pero no solo ellos fueron llamados a ser santos, sino que todos los creyentes lo son en esencia, y solo a través de su camino se determina si vivió su vida en la santidad y sus acciones siguieron el camino de las enseñanzas y las Palabras Sagradas. Por lo que se puede concluir que todos los creyentes también son santos, pues todos sienten el espíritu de Dios a través de su conexión por medio de las oraciones.

Y todos estos santos fueron reconocidos como tales bajo un proceso de Canonización dirigido por la Iglesia Católica, por medio del cual se denominaba como santos a las personas elegidas que habían vivido profesando un alto testimonio de santidad, lo que los volvía figuras adecuadas para llevar el título y para servir como ejemplo a seguir por los demas cristianos que querían dedicar su vida al Señor y alcanzar los mismos escalones que estos santos habían alcanzado.

Este proceso de Canonización fue cambiando con el paso del tiempo, pues pasó de ser el resultado de la selección por parte de la opinión general del pueblo a ser el resultado de un riguroso proceso de selección por medio del análisis de vida de los elegidos. Esto provocó un gran cambio en las virtudes de las personas que eran reconocidas como santas, pues al principio por lo general se trataba de fieles seguidores que habían causado una gran impacto en los fieles gracias a su vida seguida en la castidad y la obediencia sin temor, lo que llevó a los fieles a sentirse conmovidos por el final de sus vidas. Pero luego el Papa y la Iglesia cerraron el proceso para seguir pautas mas estrictas, siendo por lo general que santificaban a personas de acuerdo a sus virtudes excepcionales o por la cantidad de milagros que habína logrado.

Y a todo esto puede surgir una pregunta: ¿pueden los santos interceder por nosotros ante Dios y bendecirnos?

La respuesta puede depender de varios factores, aunque en esencia la respuesta es positiva. Los santos, cuando se acude a ellos como tal y no como símbolos ni imágenes, pueden interceder por nosotros antes el Padre, y de esto existe constancia en las Santas Palabras, donde figuras históricas de las Escrituras han sido intercedidas por santos. Uno de estos casos es de Abraham, quien intercede por Abimelek y las ciudad de la Pentápolis, como se puede apreciar en Génesis 18, 16-32 y 20, 17. Luego cuando Moisés intercede por su pueblo y el faraón o cuando Maria intercede por los esposos de Caná.

Pero estas intercesiones de los santos se deben a la veneración y no a la adoración, que son actos diferentes y no deben confundirse, pues solo a Dios se le debe adorar, mientras que a los santos y ángeles se le debe venerar. Tal así lo dice la Escritura, que proclama “Adorarás al Señor tu Dios, a Él solo servirás (Mt 4,10). Mientras que a los ángeles y santos se les venera porque se reconocen sus méritos y sus valores excepcionales, lo que les confiere una superioridad divina que los posiciona cerca de Dios, y por lo tanto capaces de llegar a Él para interceder por los necesitados.

Como última anotación se puede aclarar que los santos, a pesar de que muchos de ellos fueron personas como todo creyente, se encuentran en un estado de alta gloria que les confiere cercanía con Dios, y por lo tanto a estos se les puede orar y rezar para que intercedan ante Dios, aunque siempre las palabras deben ir dirigidas especialmente hacia el Altísimo.