Cuando nosotros los católicos Marianos nos acercamos a nuestra Santísima Señora, entablamos con ella un trato de amistad que va mas allá de cualquier relación terrenal, sólo comparable con la que podemos tener con nuestra madre biológica.
Entrar en conexión con la madre de dios es una demostración de fe y confianza hacia el poder del altísimo.
Bendita y santa mujer, hoy me arrodillo ante ti para celebrar que eres la madre de Jesús, a quien cuidaste con especial cariño y devoción y a quien acompañaste hasta su último suspiro.
Tú que de acuerdo a las santas escrituras demostraste grandes cualidades como la obediencia generosa, la humildad, la piedad, la caridad y la sabiduría, vienes a mí, un humilde y pecador ser terrenal a ungirme con tu bendición.
Gracias te doy por todo lo que he recibido y lo que no, por enseñarme a ser agradecida con las experiencias que he pasado, sean buenas o malas, ya que con ellas he aprendido a ser humilde y a fortalecer mi personalidad.
Ayúdame a seguir creciendo en espíritu, para alabarte y consagrar todo cuanto os puedo dar. Mi vida es tuya, mi ser espiritual se llena de gozo cada vez que conecto mis emociones contigo, en cada plegaria que te dedico.
Te pido que intercedas ante el padre y el hijo para hacer mas llevaderas mis dificultades y poder sortearlas de forma exitosa y para poder seguir rindiéndote homenajes cada día. Mi grácil y dulce madre, apóyame, confórtame y ayúdame en cualquier trance.
Tú Maria, que desde el momento de la anunciación demostraste un amor incondicional hacia tu hijo, el cual pudiste refrendar a los pies de su cruz, así mismo me has demostrado tu ternura cuando atiendes mis reclamos.
Mi creencia hacia ti no tiene ningún resquicio de dudas, por eso mi veneración es tan profunda y fiel, acudo a ti para que me protejas a mí y a los míos, con tu milagroso manto, el mismo que cobijó a Jesús durante toda su vida.
Excelentísima Madre, te doy gracias todos los días, y espero que escuches mis súplicas con el mismo amor que le entregaste a tu hijo. Extiende tu mano en los seres humanos que se olvidan de sus obligaciones cristianas, cuídanos de las pestes y el hambre y tantos males que agobian al mundo.
Amén.
Con esta hermosa oración podemos entablar una comunicación el día miércoles, con nuestra señora, en cualquiera de sus advocaciones, para que nos proteja de todo mal y peligro y para hacerle saber que nuestro amor y respeto hacia ella es incondicional. Esta oración se puede hacer temprano en la mañana o minutos antes de irnos a dormir.